Mientras que la mirada de Gema se posa en la del mendigo, él aparta las gafas. En ese momento, ella se pregunta cómo ha podido quedar cautivada por unos ojos inexpresivos.
—Piensas que estoy ciego, pero veo mucho más que tú. Mis sentidos y mi corazón llegan a tocar el horizonte donde el pasado fue destronado por la sabiduría presente.
A medida que los días transcurren, Gema busca la compañía del mendigo. A su lado, ella empieza a sentir una fuerza interior que parece emanar con fuerza. Se ha forjado una conexión tan fuerte que tiene la sensación de que la conoce mejor que ella misma, como si desapareciese el ayer y el presente. Hay algo en él que la empuja a afrontar sus miedos, a enterrarlos, a mirar la vida sin angustia, a imaginarse un horizonte límpido. Su compañía le ha hecho recuperar la ilusión perdida por las cosas y las personas. El pasado ha quedado solapado con la maduración de su presente; le permite abarcar el futuro sin miedos. El pasado se ha convertido en una herencia libre de nostalgia, de pesares, enriquecedora. Ahora, Gema con una sonrisa abierta a todos, mira al futuro, el suyo, lista para dar la bienvenida a la plenitud de la madurez.
Gema desconoce por completo la vida del mendigo. Su comportamiento es de total hermetismo. Cuando intenta conocer su vida personal, su habilidad por cambiar de tema es asombrosa. Sin embargo, ella se siente feliz. No necesita nada más. Para corresponderle, se encarga de que su amigo coma caliente y de llevarte mantas limpias. Desearía descifrar por qué declina dormir en un albergue, pero le resulta imposible averiguarlo.
Varias semanas después del primer encuentro, Gema, el corazón palpitante por haber dejado atrás sus aprehensiones, se dirige, como ya es habitual, al supermercado, en busca de la compañía del mendigo. Su pulso se acelera durante unos instantes. Agacha la cabeza como si quisiera recuperar algo perdido. Él se ha volatilizado, pero una voz le susurra al oído que la ilusión debe permanecer para siempre. Levanta la mirada hacia un cielo ornado de repente por unas grandes y voluptuosas nubes. En la puerta del supermercado, donde él solía sentarse, unos dicen que ha fallecido, otros que se ha ido a un lugar más caluroso y otros que vaga por ahí. Sin embargo, Gema siente una sonrisa cálida que la invita a bailar con su nuevo corazón, el del mendigo.
Sin ningún pudor, ante la mirada incrédula de los paseantes, da unos pasos al compás del "Danubio Azul" que la conducen a una nueva aventura, la de la vida madura. LRS
FIN

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