La etapa de la última senda de la vida puede ser enriquecedora en lugar de decrépita. Se trata de hallar la última conquista, una felicidad madura, consciente y libre. En este blog, encontrarás artículos sobre la escritura en la edad avanzada, así como la aventura que supone publicar una novela. También temas de lectura y viajes.

domingo, 3 de marzo de 2024

CONTINUACIÓN DE MI RELATO CORTO 'HORIZONTE' (TERCERA PUBLICACIÓN)

                            HORIZONTE

        Al irrumpir la música con más potencia, Gema decide, a su pesar, abrir la contra ventana dejando sin vida sus recuerdos. Las estrofas repetidas, una y otra vez, como un ruido espantoso, la obligan a cerrar la ventana. Escoge al azar una melodía que la incita a dar unos pasos tímidos, como si el bienestar le estuviese prohibido. Mientras que sus ojos se humedecen, ella empieza a girar sobre sí misma hasta encontrarse de nuevo con su adolescencia. Es consciente de la magia de ese momento donde todo es posible, donde nadie ni nada podría sofocar su imaginación. Vuelo hacia los sueños pasados, pero también futuros.

        Es hora de dirigirse al lugar de encuentro con una amiga. Después de un recorrido a paso rápido, en la puerta de un supermercado, un mendigo levanta la mano en señal de ayuda. Una manta de aspecto y olor repugnantes, le tapa en parte su ropa roída. Al dar las gracias a Gema por las monedas, la pobreza del mendigo se refleja además en una boca devastada. Es su seña de identidad. Sin embargo, sus ojos, de un azul profundo, parecen querer espantar un huracán de calamidades. Gema queda cautivada por su mirada, donde puede divisar el fondo del océano, donde la quietud y la sabiduría han echado raíces como la de un árbol centenario. El señor se dirige a ella:

        —Hola, ¿Me compras también un bocadillo? Es Navidad.

        —Claro que sí, hombre, pero si no tienen, traeré otra cosa.

        —¿Por qué estás nerviosa e intranquila? —La voz del mendigo es serena, cálida y profunda—.

        Gema prefiere no contestar e intenta poner punto final a la conversación. Sin embargo, él insiste:

        —Cierra los ojos. Verás a mucha gente que debe enfrentarse a problemas reales. Pregúntate si los tuyos lo son. Pasa unas felices fiestas.              Después de darle el bocadillo, Gema reanuda su recorrido. Las palabras del mendigo resuenen en su cabeza. El malestar se ha afianzado desde que se vio representada por dos velas de cumpleaños, dos cifras impersonales que han desbancado su juventud. Su mente es incapaz de reconocerse en la imagen reflejada en el espejo. Intenta agarrarse a las bellezas de lo cotidiano, el vuelo de un pájaro, el susurro de los árboles, el baile de las nubes. En vano lo consigue. Se ha quedado ciega ante ese nuevo mundo donde muchas incógnitas han surgido. Sin meditarlo, vuelve sobre sus pasos en busca del mendigo. Ahí está, sentado en el mismo lugar, en la idéntica pose de amplia serenidad. Gema lo mira fijamente, pero esta vez, no percibe el resplandor de sus ojos. El mendigo se pone entonces unas gafas oscuras y le pregunta:

        —¿Por qué has vuelto?

        —Quiero pedirle disculpas por no haber sido más comunicativa.

        —¿Te impresiona que sea ciego? Lo noto en tu voz.

        Gema contiene las lágrimas, pero no contesta a la pregunta.

        —Lo siento de veras, pero me tengo que marchar.

        —¿Entonces para qué has venido? A pedirme disculpas, no lo creo. A darme más monedas, tampoco.

        —¿Por qué habló de mí, si no ve? LRS


                                  CONTINUARÁ  ..........................

           

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